31 marzo 2014

. Cuando te enfadas, no eres tú sino ese “yo” enfadado

enemos que aprender a dejar coexistir todos nuestros personajes internos.

Aprende a reconocer y aceptar la multiplicidad que hay en ti. Cuando te enfadas, no eres tú sino ese “yo” enfadado. Cuando te obsesionas en tu apego hacia alguien o algo, no eres tú sino ese “yo” apegado. Ni tampoco el objeto de tu enfado o apego es singular sino una mera parte del todo. Ni siquiera tu emoción (enfado o apego) es una sola sino una simple manifestación de una multiplicidad de emociones que coexisten en tu experiencia. Y entenderlo te libera.

 
Si te preguntan quién eres probablemente definirás a una unidad, la persona que eres. Sin embargo, la nueva ciencia de la personalidad sostiene que la imagen que casi todas las personas tienen de sí mismas como un ser único y permanente es una ilusión ya que estamos conformadas por varias personalidades que se mantienen unidas gracias a recuerdos comunes. Esta multiplicidad nos ayuda a desenvolvernos en un mundo en transformación y nos permite cambiar el punto de vista y modificar nuestra conducta según las circunstancias. La gran habilidad y la clave para mantener el equilibrio y la salud es conseguir que nuestras distintas personalidades no entren en conflicto. La autora nos explica cómo.
 
 ¿Yo o yos? ¿Existe una pluralidad en la singularidad del yo?
Cuando hablamos del "yo" queremos decir dos cosas: un modo de comportarse consistente (características que nos hacen decir por ejemplo "esto es típico de él o ella") y nuestro sentimiento interior de ser yo. Tendemos a pensar que ambos aspectos son permanentes pero la evidencia muestra que no actuamos de manera tan coherente como creemos y que en algunas personas el sentimiento interior de ser yo no es nada consistente. Tal vez nos sentimos ser una persona un día y alguien totalmente distinto al día siguiente. Cuando esto es muy extremo, como en un trastorno de personalidad múltiple, una persona puede tener un conjunto de recuerdos diferentes, e incluso un nombre diferente, en cada personalidad.
 
Entonces, si “yo” no soy consistente sino cambiante, qué soy yo? ¿Eso significa que puede haber varios yos?
No se trata de que el yo no exista, sino que, como dices, es algo más cambiante de lo que pensamos, y que más bien tenemos diferentes yos - es decir, maneras de ser- antes que uno solo.
 
¿Quiere esto decir que podemos utilizar nuestros diferentes yos para construir el yo que queremos ser? ¿Cómo?
Efectivamente. Dado que el yo es un modo de ser, podemos aprender otro yo, otro modo de ser, sólo desarrollando hábitos de pensamiento hasta que se vuelvan automáticos.
 
¿De qué manera le afecta esta multiplicidad de yos a nuestra vida, para bien y para mal?
Puede afectar en ambos sentidos. Ser capaz de pasar de un yo a otro puede ser muy útil si tienes que pasar de unas determinadas circunstancias, en las que tienes que actuar de determinada manera, a otras circunstancias, en las que se requiere otro modo de actuar. Si tienes solo un modo de ser, te será muy difícil adaptarte a nuevas situaciones, pero si has aprendido muchos yos diferentes -como un actor o actriz con un gran repertorio de personajes- puedes ir alternando entre ellos más fácilmente.
 
¿Cómo utilizarlo en nuestro beneficio?
Una vez que conoces los yos que tienes, puedes comprobar cuáles son útiles y cuáles son destructivos, y trabajar para consolidar los útiles. Cuando los conoces muy bien, puedes también aprender cómo pasar al modo de ser más apropiado para la situación en la que te encuentras. Si tienes un yo serio, por ejemplo, y también uno más divertido o atrevido, puedes asegurarte de que el serio aparezca cuando estás estudiando o trabajando, y el otro para las fiestas.
 
¿De qué manera esta multiplicidad nos protege la salud física y mental?
Diferentes estudios han demostrado que las personas con más yos -es decir diferentes modos de ser en diferentes circunstancias- son más sólidas bajo presión, porque un contratiempo, perder en un juego, por ejemplo, solo afecta al yo que estaba jugando, y deja intactos los otros.
 
¿Existen una serie de personajes que se repiten en todas las personas o cada persona tiene sus propios personajes? 
Eso depende de cada persona. Algunas personas son muy integradas, pueden tener diferentes personalidades pero todas ellas comparten ciertas características que las hacen muy similares. En otras personas, sus personalidades son muy diferentes entre sí.
 
¿En qué consiste una “familia interior”?
Puedes pensar en tus yos como en familias, que comparten el mismo cerebro así como las personas comparten una casa. Idealmente, todas se conocen entre sí y se comunican libremente. Pero como ocurre en cualquier familia, pueden surgir conflictos o rechazo en alguna para hablar o relacionarse con otra, o para aceptar las necesidades de otra.
 
¿Cómo podemos integrar todos nuestros yos para que puedan actuar de una forma sana?
El primer paso es que cada uno reconozca que los otros existen, lo cual no siempre es fácil. Una vez que se consigue aceptar esto, puedes empezar a hacer que ellos se comuniquen entre sí... como en cualquier familia. No es necesario integrar todas las personalidades en el sentido de hacerlas una sola. Mientras puedan coexistir de manera armoniosa puede resultar beneficioso mantenerlas separadas. Lo importante es que sean amigas.

 

Tu familia interna.

Todos los personajes de tu familia interna comparten experiencias, recuerdos y necesidades. Sin embargo, hay personajes que comparten funciones diferentes, pomo son los protectores, los controladores, creativos, castigadores, roles o reliquias.


 
1. Los protectores o defensores nos protegen de las amenazas, tanto reales como imaginarias.
El guardián. Su función consiste en permanecer atento y advertirnos de los peligros para impedirnos hacer cosas imprudentes y alejarnos de las situaciones y los retos novedosos. La voz del guardián suele ser fuerte e insistente. Aparece en situaciones arriesgadas y poco familiares.
 
El preocupado. Independientemente de que exista o no una causa real, su función es generar miedo. Siempre está dispuesto a amplificar los pequeños riesgos y convertirlos en grandes peligros.
 
El obediente. Se asegura de caer bien a todo el mundo y ponerse, de este modo, a salvo de su ira. Cree, erróneamente, que cualquier cosa es mejor que el conflicto. Esta personalidad puede originarse en el miedo, pero también puede derivarse de una simple pereza o falta de interés personal en ese tipo de asuntos.
 
El luchador. Se enfrenta a todas las amenazas y es el primero en presentar batalla y responde a los ataques. Cree que la mejor defensa es un buen ataque, aunque no haya agresión alguna que contrarrestar. Puede acabar convirtiéndose en un acosador.

 

2. Los controladores movilizan y orientan nuestra conducta.

El amigo sabio. Voz madura y sensible, detecta rápidamente los peligros advirtiendo cosas que los otros personajes no quieren reconocer. A menudo tiende a ser considerado como el único “yo verdadero”. Todos tenemos la capacidad potencial de contar con un “amigo sabio” pero es una capacidad que debe ser cuidada para no ser sofocada.
 
El movilizador. Es el que nos hace seguir adelante y perseverar. El que nos pone en acción cada mañana y nos impide abandonar ante el primer obstáculo. Cuando se descontrola puede provocar compulsiones que obstaculicen el logro de los objetivos que quiere cumplir.
 
El organizador. Ordena, clasifica, archiva y almacena toda cosa que encuentra en su camino; es el que se encarga de que el mundo nos resulte lo más estable, seguro y organizado posible. Nunca está satisfecho hasta que pone orden a su alrededor pero a veces su efecto es paralizante.

 

3. Los castigadores son controladores o defensores cuya energía se orienta en una dirección inadecuada.

El crítico. Controla lo que hacemos y hacen los demás y nunca está satisfecho, siempre concluye que no estamos a la altura de las circunstancias. No es feliz criticando y a menudo expande su visión negativa.
 
El acosador. Era el luchador protector pero ha acabado dirigiendo su ira hacia personas que no constituyen una amenaza. Impide el establecimiento de relaciones íntimas, o al menos próximas y cordiales con el exterior. Puede haberse originado en la angustia de alguna experiencia pasada que le hizo sentir débil y no quiere que vuelva a repetirse. 
 
El mártir. Pudo comenzar siendo un obediente pero acabó sacrificando sus propios objetivos sin que le importarse denigrarse para seguir complaciendo a los demás.  Esta actitud impide que los demás personajes de su familia (sus yoes) puedan satisfacer sus propias necesidades, lo que genera en ellos un gran resentimiento interno y hace que el mártir se sienta culpable y se sacrifique aún más. Puede alentar a los demás a abusar de él y luego se siente mal cuando los otros lo hacen.
 
 

4. Los roles son personajes creados para enfrentarnos a una situación o un objetivo concreto.

El éxito. Suele emplearse para mantener las apariencias en una cultura en la que lo contrario está mal visto. Nos lleva a esforzarnos en sobresalir en todas las situaciones y eleva las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos.
 
El jefe. Trata de controlar las situaciones y a las personas con las que se encuentra y tiene la última palabra hasta en las situaciones más innecesarias. Este personaje se ha desarrollado para los demás y a veces es insustancial y se achanta ante las dificultades.
 
El payaso. Llama la atención de los demás. O distrae la atención de otro miembro de la familia interna (otro yo) que podría verse desaprobado. O simplemente quiere hacer felices a sus semejantes.
 
 

5. Las reliquias son personajes menores que fueron útiles tiempo atrás pero que ya han dejado de cumplir su función.

El niño abandonado. El niño que, sintiéndose abandonado, ha renunciado a llorar y reprime su miedo y soledad sumergiéndose en la resignación. Puede surgir cuando alguien a quien amamos se ha ido o cuando estamos solos sin haberlo decidido.
 
El obstinado. Es intransigente y se niega a cooperar. Le resulta difícil acceder al debate o a una forma más digna y razonable de negociación. Es una estrategia negativa pero, a menudo, muy eficaz.

 

6. Los creativos son personajes creadores de nuevas ideas, objetivos y visiones.

El artista. Es un creador. No sólo ve las cosas que ha que hacer sino que también sabe cómo hacerlas y se esfuerza por llevarlas a cabo. A veces puede necesitar verse alentado.
 
El soñador. Ve más allá de lo que las cosas son y cómo pueden ser (como el artista),pero carece del impulso y las habilidades prácticas para llevar a delante sus proyectos y acaban convirtiéndose en una mera ilusión. Puede ser inofensivo y muy divertido pero también puede perder el tiempo y agotar recursos que podrían resultar útiles para otros personajes.
 
 

La autora.

Rita Carter es autora de libros de divulgación científica. Ex presentadora de TV en Estados Unidos y colaboradora habitual en los medios, como The Times, New Scentist o Independent. Actualmente viaja por todo el mundo dando conferencias. Autora de El nuevo mapa del cerebro (Kairós)