La caminante: Teoría del juego. La caminante
Sevillana.
Teoría del juego
Era una chica monísima. No consigo recordar su nombre. Sí rescato vivamente su
imagen. Una mezcla entre tecno y postmoderna, de pantalones ajustados en una
brevísimas caderas y hombreras desmesuradas que le daban el aspecto de un
estilizado triángulo móvil. Coincidimos haciendo B.U.P en el nocturno del
Instituto Bécquer. Me caía bien, era divertida. Siempre llegaba tarde, yo
también.. En algunos bares de la Avenida López de Gomara, nos encontrábamos por
casualidad cuando faltábamos a clase. Ella iba siempre con otro postmoderno gay,
fan como ella de "Parálisis permanente" y de "Durán Durán". Yo era mucho más
normal, o más hippy, que era más común en la Sevilla de los 80. No llevaba
foulard, ni pendientes largos, ni faldas de bambula. Bastaba mi pelo largo
rizado y mi cara sin maquillaje, mi falta de concesiones a las modas trepidantes
y mi preferencia a escuchar mejor que a ser centro de atención cuando estaba en
grupo, para que alguien me diagnosticara alguna vez: tu eres muy hippy. En aquel
tiempo estaba fascinada por García Marquez, (ahora también, por el García
Márquez de entonces), pero acababa de descubrir a Cortázar, y por eso cuando
escuchaba a los modernos canturrear "quiero se un bote de Colón y salir
anunciado en televisión.." me hacía muchísma gracia, porque estaba descubriendo
que la mejor fuente de fantasía en la cotidianidad más básica. No tenía
problemas con nadie y con la chica triágulo, (grandes hombros, estrechas cadera)
menos. Me lo pasaba bien.
Pero un día esta chica tuvo una ocurrencia estúpida. Me llamó "Mierdeces" es vez
de "Mercedes" que es mi nombre. Y yo cometí un equivocación: consentir. No la
cometí la primera vez que me lo dijo, sino la tercera. Fue a partir de ahí.
cuando estaba cosintiendo. Hay un vicio común entre los aspirantes a
"graciosos",es que se reiteran. Alguien debería explicarles alguna vez, que las
gracias pierden fuelle con el uso y que una gracia agotada es como tener que
hacer el amor sin ganas, levanta el estómago.
Y después de la tercera vinieron algunas más y me sentí mal. Como me sentí mal
busqué una solución y la primera que se me ocurrió, que era simplemente
decírselo, comprendí que era absolutamente estéril. Pero el día que no pensé fue
el que encontré la solución. Llegaba yo con mis libros al clase de Física y
Química y me la cruzo en el vestíbulo. Me dice la chica triángulo: Hola
Mierdeces... cuando mi sistema límbico se apodera de mi y me pongo delante de
ella y le corto el paso. "Tienes dificultades" le dije mientra el corazón
bailaba el casachot en mi pecho. Se queda un poco parada pero retoma su cinismo
de semipunky y me contesta "¿Me estás amenazando, Mierdeces? e intenta continuar
su camino sorteando mi cuerpo. Me vuelvo a interponer y le repito muy bajito
pero muy seria "tienes dificultades". Era la segunda vez que le cortaba el paso
y ya empezaban en el vestíbulo a mirar los alumnos que allí había. "¿Qué
dificultades?", me contesta ella emigrando del mundo del cinismo al mundo de la
chulería. "Con el lenguaje" le contesté yo con cara de loca, (lo reconozco). En
ese momento ya se había hecho el silencio a nuestro alrededor. Aproveché los
segundos que ella empleó en pensar como me superaría diciendo en un tono más
alto, para que lo pudieran escuchar todos "Me llamo Mercedes, cualquiera puede
pronunciar ese nombre perfectamente, menos tú. ¡Dime como me llamo!. Y ella dijo
con una sonrisa sardónica: Mierdeces. Entonces dije lo suficientemente alto para
que los que estaban allí atentos lo pudieran oir. "¿Lo ves?... No sabes hablar"
y seguí mi camino con toda la escarcha de aquel invierno en el nerviosismo de mi
manos mientras escuchaba el respaldo de las risas de los demás alumnos.
A partir de aquel día, la chica triángulo, que por otra parte no tenía más
inconveniente que su desmesura en pretender que era ingeniosa, fue una de las
compañeras mas cordiales y empáticas que he tenido pero la lectura de aquel
incidente que tenía que haber hecho en ese momento no la he hecho hasta más
tarde.
Por una lado, si ella me hubiera respondido lo que yo aparentaba exigir: que
pronunciara mi nombre correctamente, yo no hubiera conseguido el triunfo de
volver su ridiculización en contra, hubiera quedado sólo en un ataque de
dignidad por mi parte sin mayor mérito. En eso se basa muchas de las artes
marciales orientales , las grandes estrategias de la historia bélica, el
comportamiento de los inversores en bolsa y el juego del ajedrez o las tres en
rayas: en utilizar las intenciones del adversario a tu favor.
Ojalá tuviera ahora la intuición que yo tenía en los ochenta.
Pero hay otra cosa también importante y utilitaria:el rol que se adopta.
Muchos hemos oído hablar de la teoría del juego gracias al matemático John Nash,
protagonista real del guión de "Una mente maravillosa". Pero él no fue el
primero ni el último que ha elaborado una regla matemática para la eficacia del
comportamiento. En sociobiología se habla de las "estrategias evolutivamente
estables". En ellas se encuentran tres actitudes:
1-Los que luchan hasta morir." Los halcones"
2-Los que luchan para no morir. "Las palomas"
3-Los que luchan para vencer, pero no están dispuestos a morir (la muerte nunca
es una victoria). "Los vengadores", nombre con poca precisión literaria y
literal, por cierto.
La característica del vengador es que oscila entre el rol de halcón y paloma si
supone que alguno de ellos le reportará el triunfo. Es decir escoge entre la
agresión y la defensa siempre a su favor. Cuando se enfrentan paloma y paloma o
vengador y paloma, la lucha es ritualizada y el resultado igualitario e
incruento. Si se enfrenta una halcón y una paloma, el halcón vence pero la
paloma consigue preservar su vida. Cuando se enfrentan dos halcones es posible
que ambos mueran . Pero si un halcón se enfrenta a un vengador,
Nunca se sabe... Ahí está el misterio de la libertad.
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