El lenguaje nos da el anclaje en el cual fijar las memorias y la- anticipaciones futuras. Los registros estenográficos de niños de dos o tre años indican esta vinculación entre la memoria y los símbolos y proce verbales. A medida que 1 símbolos se vinculan con hábitos orgánico-. sentimientos psíquicos o segmentos de experiencia, se reorganizan con tantemente en la memoria y la imaginación.
Recordámos a los otros, de los que nos hemos separado, de acuerd con nuestros deseos y fantasías; lo mismo ocurre con la memoria de ni otros mismos en el pasado. Las fotografías y lo que los otros nos cuenta limitan la fantasía reconstructiva, pero no del todo; en cuanto a las f
tografías, podemos decir que el acto de percibir es también una con’ trucción, a menuda influida por nuestras fantasías •y anticipaciones. -‘ los cuerrtos que nos relatan nuestra madre y otros parientes, que escucha mos y recordamos, por lo general no nos muestran todo lo ocurrido. La- madres no se destacan como observadoras científicas de sus hijos.
Aunque es posible que las pautas formadas por las experiencias ir:
portantes de la época infantil no desaparezcan fácilmente con las exp riencias subsiguientes, no parecería que sus influencias en el adulto
transmitiesen principalmente a través de la memoria explícita. Las e periencias, reales o imaginarias, que no fueron simbolizadas explícita
adecuadamente, son las que coi más frecuencia constituyen la Iarte
nuestro pasado que influye en nuestro presente y futuro. Pero, ¿c influyen estas formaciones tempranas en las formaciones po d’ carácter?
El condicionamiento de reflejos y el desarrollo de hábitos durante
fase infantil del organismo pueden perdurar en la vida posterior. Es dL doso que persistan en forma idéntica, pero pueden persistir en nueva - integraciones, y limitan los hábitos que pueden adquirirse posteríormen
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