26 julio 2005

Las autobiografías de actores y actrices 22, expertos en gesticulación, indican que el desempeño artístico de roles prescritos puede llevar a una identificación emocional intensa de la persona y su estructura psíquica con el rol y, en consecuencia, a profundos sentimientos apropiados al rol.

La habilidad para desempeñar un rol a menudo implica un entrena lento psíquico: aprender qué ver, lo mismo que el significado de lo que ve. A una persona no acostumbrada a los senderos de esquimales, le parece que “no ocurre nada”, pero para los que los han recorrido muchas
es, siempre hay cosas por hacer.

Desde el “punto de vista de la sociedad”, más bien abstracto, el problema del deseo es: ¿cómo puede producirse una persona que necesita, “desea”, lo que la sociedad aprueba, exige o premia? ¿Cómo puede entrenarse el impulso para que encaje en las demandas de rol? El problema del control social no es meramente el de la coacción que se ejerce sobre las para que actúen contra sus propios deseos, sino más bien el de ofrecer metas socialmente aprobadas que sean incorporadas como objetivos de la voluntad.

Cuando los impulsos de una estructura psíquica se dirigen hacia objetivos socialmente aprobados, apoyan y afianzan a la persona en sus roles. Entonces la persona desea hacer lo que se espera de ella. Estos roles e la persona, muchos de los cuales son segmentos de instituciones, están, por lo tanto, apoyados por los impulsos entrenados de la persona.


Puesto que la percepción está vinculada a los valores y normas incorporados por la persona, los comandos que dirigen el foco de atención de la persona le dicen qué ver en un determinado campo perceptual. La persona seleccionará el objeto y organizará el campo alrededor del mismo; los entrenamientos sociales de sus propósitos e intereses sensibilizan su visión del mundo.

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