ALGUNOS BENEFICIOS, CONSUELOS Y PESARES DE LAS INFIELES CHILENAS“Si tienen un amante llegan feliz a la casa”
Es curioso. No ocurre siempre, pero a diferencia del hombre infiel -que suele volver al hogar con “estratégico” enfado -, algunas mujeres lo hacen con una sonrisa en la cara. Se sienten vivas, deseadas, energizadas. Para tener un amante, no pocas “piden permiso” a su psicóloga. Así se sienten menos culpables. Aunque el pavor al estigma social nunca deje de merodear.
Antonio Valencia
La Nación
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“Es verdad que una se siente mejor. Pareciera que estás más mina, que eres mucho más inteligente y que sabes bien cómo manejarte en todo. A mí me tocó un amante que tiene exactamente todo lo que no tiene mi pareja estable. Que es galante, que abraza, que mima, que malcría y se fija en detalles. Que me escribe mails todos los días y que me seduce durante horas. Me preocupa que me encuentre linda, que se enamore cada vez más de mí”.
Pía bordea los 30 años de edad. Es guapa, adorable y sabrosa. Eso, claro, le susurra al oído el amante que la enloquece y, a la vez, suele gatillar tormentosas contradicciones. Ella, una mujer seria e independiente, vive con su marido con quien pololeó largos años. Nunca se propuso tener un amante. Hace dos años, su ‘otro’ llegó no más. “Una anda así, media vulnerable y con unas ganas increíbles de que te quieran. Cuando pasó –cuenta-, la sensación de montaña rusa le dio un nuevo sentido a lo desgastada que anda la vida”.
La sexóloga Elena Sepúlveda, al igual que Pía, sabe bien que en esto hay etapas, vaivenes y cuestionamientos que hacen difícil generalizar el fenómeno. Aún así, los beneficios para la mujer son bien identificables. “Hay sobre estimulación, encantamiento, re-enamoramiento. Sienten una inyección de fortaleza y vitalidad. Se sienten queridas, deseadas, más bonitas. Idealizan la situación. Es usual que, tras estar con su amante, la mujer vuelve a la casa contenta. El hombre, en cambio, regresa enojado. Ojo con eso”, insinúa la terapeuta.
Carolina tiene 37 años y tiene un amante hace tres. Él tiene 30 y pololea. Ella suma catorce años de casada con un hombre al que dejó de querer. Pero señala que tampoco buscó tener un amante. Al igual que Pía, cuenta que si bien el buen sexo es un factor relevante, sostiene que el lazo afectivo es previo y crucial. “Una no se entrega por calentura no más. Se parte conociendo a la otra persona y después te das cuenta que te gusta, que te atrae y te trata bien.
Después viene lo otro”, dice.
Pasión y culpa
La alucinación, el encandilamiento y la idealización inicial -donde todo parece perfecto-, brotan casi de modo paralelo a la angustia de ser descubierta, al escándalo que ello generaría y al posterior estigma social y moral que se desata. Por esa razón, acota Sepúlveda, “ellas llegan a ‘pedir permiso’ a un psicólogo o a un profesional autorizado para vivir más liberada de culpa, para saber si está bien sentir como nunca sintió con el marido, para no sentirse como una maldita”, señala.
También asoma el arrepentimiento. Pía sufre con ello. “Por eso no veo que (tener un amante) sea un beneficio directo. Es más bien una evasión, un complemento, una compensación de eso que tanto buscas y que no encuentras. Pero cuando te despiertas y te das cuenta de que te comportas como pareja con dos personas, te baja la incertidumbre, el miedo y la maldita culpa que no te permite ver con claridad en qué está de verdad tu relación de pareja. Es una sensación horrible y te dan ganas de mandar a la cresta a veces al amante, a veces a la
pareja”, advierte.
Con el tiempo, es probable que la alucinante sensación del principio de paso al acostumbramiento, de ahí se está a un paso de hallar defectos al amante. La doctora Sepúlveda señala que, aunque ocurre que la mujer rompa con su marido o pareja estable, siempre es difícil proyectarse con el amante, casi imposible, pues siempre se corre el riesgo de ser presa de la decepción “que te la encargo”, enfatiza la sexóloga.
“En aspectos prácticos, no es fácil proyectarse con el amante. En los momentos de ensoñación, sí”, confiesa Pía, que exterioriza otra esfera donde no es fácil maniobrar. “Poniéndolo a él (el amante) en segundo plano, también me siento en desventaja de otras mujeres”. Por eso se confunde. Carolina da un paso distinto. “Yo no me proyecto ni con mi amante ni con mi marido. Prefiero tener marido puertas afuera, vivir sola y no estar mirando caras. Ser más libre. Sé que más adelante igual seré feliz”, dice. Así de práctica.
Sobre este punto, la doctora Sepúlveda da cuenta de una particular habilidad femenina. Cuando del amante se trata, “la mujer desarrolla una capacidad de discernir impresionante. No se va con el primero que le mueve. Ella piensa, vive, se toma su tiempo, es capaz de esconder la relación, analizarla y dar otro paso. El hombre no -concluye la terapeuta-. Cuando se ‘empota’ se olvida que existe el mundo y puede volverse impredecible”.
LA INFIDELIDAD EN CIFRAS
En el marco de un diplomado en la Universidad de Santiago de Chile, los sexólogos Eduardo Sepúlveda y Eduardo Pino realizaron el informe “Estudio del Comportamiento Sexual en Chile”. En el camino, los especialistas se encontraron con información que reafirma que el mito de la chilena fiel quedó en el pasado. Una de las principales conclusiones del estudio es que la mitad de las mujeres que tienen una pareja estable, reconoce haber tenido una relación paralela en algún momento de su vida. El 71,6% de los hombres han sido infieles alguna vez. Mientras que en el caso de las mujeres esta cifra es de 51,8 por ciento.
Un sondeo realizado el año 2000 por la Fundación Futuro, mostró que los chilenos creen que el 67% de los hombres han tenido al menos una amante en su vida, mientras que el 48% de las mujeres habría sido infiel a su esposo.
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