02 agosto 2005
La noción de dislocación mantiene entre los derrotados la terquedad de no reconocer plenamente el sentido y la racionalidad de los vencedores, que tienen un relato perfectamente racional para su derrota, pero al precio de negar un fundamento posible para la propia rearticulación. Con esto surge una política en que nunca la victoria es posible, sino que consiste sólo en un campo de negociación de la derrota. Desde luego se le niega a los propios vencedores el serlo, argumentando que la política ya no puede ser pensada en términos de vencedores y derrotados. Desgraciadamente los vencedores nunca hacen la operación inversa, la de una humildad inverosímil según la cual habría que rescatar las virtudes de los derrotados, integrándolas a una construcción común.
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