12 agosto 2005

Por: Diego Hardaway
Ciudad Húmeda La decadencia del imperio masculino
Piénsalo bien. ¿Cuántos orgasmos ha tenido tu chica sólo con penetración? ¿Cuántas veces has tenido que aplicar dedo índice para hacerla terminar después de irte?
Acabo de ver una película que se llama “Cosas de hombres”. Llegó hace poco a Blockbuster y es de esas cintas de las que hay una sola copia. O sea, uno las arrienda por dato o por tincada. En mi caso, fue lo segundo. Desde esa adictiva serie que daban en HBO y también en TVN, “La mente del hombre casado”, que no escuchaba un guión tan inteligente, ácido y sexualmente cómico. En “Roger Dodger”, que es como se llama la película en inglés, hay un personaje central, que es Roger (Campbell Scott, el actor de “Vida de solteros” y “Todo por amor”), un tipo de treinta y tantos, soltero, redactor creativo de una agencia de publicidad y experto en entender el cerebro femenino. Es un seductor que engancha por el speech, que se adelanta a las reacciones y pensamientos de sus víctimas porque ha estudiado la antropología del orgasmo, la histeria, los afectos y cada una de las características de las chicas. Roger, que en el fondo es un misógino que engrupe en forma compulsiva para no establecer vínculos de largo plazo, tiene una teoría que me dejó tan impresionado como asustado. Dice que hay un nexo directo entre la anatomía del clítoris, la tecnología y el exterminio de una especie. La idea es ésta: ¿por qué la zona donde la mujer siente más placer está fuera de la vagina?, le pregunta a sus comensales en una escena. Fácil, dice. Porque históricamente ha sido necesario separar el lugar en el que se procrea (vagina) del lugar donde se goza (clítoris); todo esto para proteger la especie. Sería un problema que la vagina, casa central del parto, tuviera demasiadas terminaciones nerviosas. La tendencia, agrega Roger, es que sus clítoris irán creciendo con el paso de los años, décadas y siglos, hasta transformarse en un aparato sexual que no tendrá nada que envidiarle al pene. No suena tan descabellado si uno se pone a pensar que, en realidad, lo que calienta verdaderamente a las mujeres es nuestra lengua o los dedos bien usados. Piénsalo bien. ¿Cuántos orgasmos ha tenido tu chica sólo con penetración? ¿Cuántas veces has tenido que aplicar dedo índice para hacerla terminar después de irte? A eso hay que sumar el desarrollo de la medicina reproductiva, las oportunidades cada vez mayores para que las mujeres atrasen su decisión de ser madres y el adelanto en la fertilidad asistida. Tanta tecnología disminuyendo la dependencia de ellas respecto de nosotros hará que en algún momento ya no nos necesiten para formar familia. Los hombres -concluye el gran Roger- nos convertiremos en meros trabajadores al servicio de las féminas. Fuerza bruta sin más plusvalía que ser una mano de obra barata, a base de músculos y punto. Espeluznante, ¿no? Es el comienzo de nuestra decadencia. Ella está aprendiendo a satisfacerse cada vez más sin tu ayuda. Está escalando posiciones y pronto va a ser tu jefa. Es la que se queda con los hijos si se separan, la que te dice cómo vestirte, la que se hace amiga de tus amigos, la que te chupa lentamente la energía hasta dejarte seco. Nuestro anticristo, señores, usa baby doll. LND

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