02 agosto 2005

Quizás el fin de la historia anunciado por Fukuyama no es el de ninguna historia que pueda llamarse o verse como objetiva, sino, justamente el fin de la actividad de contar la historia. El fin de la historia es el momento en que el pasado histórico deja de entenderse como objetividad y se hace explícitamente al fin un espacio en el que se reconoce la presencia del presente. No se puede ser buen historiador en la época del fin de la historia. O, también, presentarse como historiador, aunque sea bajo la consciencia mesiánica de que se acude al pasado ante un instante de peligro, no es sino un argumento de autoridad bastante débil. Por qué “rescatar el pasado de la dominación”?, ¿no deberíamos más bien rescatar el presente?. ¿Por qué tratar de salvar el patrimonio?, ¿qué patrimonio, el de la sociedad de la escritura mecánica, el que nuestros mayores no lograron salvar para sí?. Al parecer lo que habría que salvar es justamente lo que no fue, lo que quiso ser y no pudo. ¿Deberíamos aprender del no poder de la tradición a ganar lo que ellos no ganaron?. ¿Tenemos que aprender de ellos algo que no sean sus sucesivos fracasos?.

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